Yolanda G. Núñez Palacios
Solo los recuerdos de nuestras
mocedades quedan, aquellos días en que
la familia estaba unida y compartían juntos ver un programa de televisión, en
el que se ponían todos de acuerdo para prenderla a una hora determinada y
sentarse alrededor de un aparato que formaba parte de la sala, el éxito de un programa dependía de que tan
familiar resultaba.
Los domingos ir a misa y a la salida,
como si fuera parte de la misma religión dominical, comprar charamuscas,
morelianas, algodón de azúcar, cacahuates tiznados (asados en un comalito sobre
carbón), pepitas, guazanas, globos, etc.
pasear alrededor de la Plaza de Armas, escuchar la orquesta filarmónica
del Estado, tirar semillitas y maíz
quebrado a las palomas que habitan el Palacio de Gobierno.
Organizar días de campo en el que iba
toda la parentela, tíos y primos, cualquier árbol frondoso a la ribera del Lago
de Chapala era el justo pretexto para convivir, los varones mayores haciendo gala de sus habilidades para prender
el asador, mientras que los jóvenes salían a explorar los alrededores muy al estilo de Indiana Jones, se
disponían a subir el cerro que tenían de fondo al pic nic familiar, los
niños hacían lo propio intentando trepar el árbol que estaba dando cobijo al
tan querido paseo y tirando lianas para convertirlas en divertidos columpios,
al tiempo que las señoras picaban nopalitos, cebollas, jitomate, aguacate y cualquier cantidad de cosas para complementar
la deliciosa carne asada, todo esto acompañado de las platicas que recordaban
vez tras vez los mismos momentos de unión familiar de otras ocasiones.
Creo que muchos de mi generación así
crecimos, con estos sentimientos y valores culturales, el apego a las
tradiciones religiosas, los días de descanso al lado de la familia, el
compartir lo más posible todo, la mesa a la hora de la comida llena, en donde
no se comenzaba a comer a menos que todos estuviéramos sentados en torno a ella
y el papá en la cabecera, en Navidad, todos alrededor del nacimiento que era
enmarcado por un arbolito lleno de esferas y luces, en espera de la hora para
abrir los regalos... y más que queda como bellos recuerdos de otras épocas.
Todo tiempo tiene su encanto, no cabe
duda, algunas cosas fueron sustituidas por actividades que sin animo de
desmerecerlas, han provocado un
desarrollo en nuestra sociedad tornándola más productiva, en términos
estrictamente económicos, me explico...,
ahora no se puede hacer un paseo como el que describí, ya que los
horarios de trabajo nos lo impiden y los tiempos de descanso se optimizan al
máximo aprovechándolo para hacer
precisamente todo aquello que no se hace cotidianamente por toda esa actividad
profesional, de estudios y laboral.
Sabiendo esto las diferentes empresas
que prestan servicios al consumidor han encontrado un punto de oportunidad
minimizando los esfuerzos de los consumidores en la adquisición de los bienes,
pagos y contratación de servicios,
ofreciendo a cambio el valor del tiempo para ser dedicado a la familia.
El éxito que han tenido los
supermercados e hipermercados de la ciudad, radica en que lograron combinar una
formula de atención, servicio e integración familiar. Es común para la gente de
clase media que el momento de ir de
compras se convierta en el momento del paseo familiar. Para la ama de casa que
no sale entre semana, el sábado por la
tarde le significa arreglarse, ella y los niños, “porque papá nos va a llevar
al super” y para que esto valga la pena, hay que ir al que se encuentra en un
centro comercial. Así mientras se pasean por los pasillos revisando los
anaqueles, con dos carritos del mandado y uno pequeño que empuja uno de los
niños, escogen lo que necesitan para la semana. En el supermercado al mismo
tiempo se pueden hacer las operaciones bancarias, pagar los servicios, algunos
tienen a la salida una fuente de sodas en las que pueden sentarse a comer una
deliciosa pizza (olvidémonos de las morelianas...) y sí no, se encuentran con
puestos de nachos, nieves de yogurt,
palomitas, stands de agua de coco, tiendas de regalos, juguetes y demás que
llenan toda una tarde de sábado.
En la búsqueda de encontrar nuevos
mercados, los super e hipermercados ofrecen también servicio a domicilio y
compras por Internet, lo que en un momento dado podría provocar la apatía del
cliente en trasladarse a la tienda y adquirir los víveres desde la comodidad de
su casa, además de no caer en las estrategias de merchandising que provocan la compra de impulso, ya que
serían compras prudentes y planeadas. El equilibrio lo encuentran con
estrategias promocionales para atraer al cliente permanentemente. Hace unas
semanas asistí a la exposición de ANTAD en Expo Guadalajara y me llamó la
atención unos carritos para el supermercado diseñados exclusivamente para los
niños, eran de materiales plásticos con diseños de
camioncitos de bomberos con todo y campanitas, patrullas y otros modelos, que
al verlos pensé: “si un niño se llega a subir a ellos, la mamá no sale del
supermercado en toda la tarde”, que
oportuno, verdaderamente inteligente, mientras más tiempo pases dentro de esta
tienda, la probabilidad de que compres
más, aumenta.
Y término con el párrafo con el que
inicié. La televisión pasó a ser parte del mobiliario de la recamara de cada
miembro de la familia, por lo que cada quién ve lo que le interesa ver, lo que
provocó la desunión del momento televisivo. Cabe mencionar un fenómeno muy
interesante con un canal de cable incluido últimamente, estoy hablando del
Cartoon Boomerang, donde se transmiten caricaturas de hace 20 y 30 años, como:
La hormiga atómica, Tiroloco McGrow, Jossie y las gatimelódicas (puzzy cats),
Los osos montañeses, etc. aquellas que hacían Hanna-Barbera. Según me comentaba
Ivan Samperio, un supervisor de Mega Cable, ”los padres hablan para dar las gracias
por haber abierto este canal”, ya que al llegar papá a casa y encontrarse a su
niño sentado viendo Meteoro, él no puede resistir sentarse al lado de su niño y
volver a ser niño, cuando a él le gustaba tanto esa caricatura y se la pasaba
dibujando el Max 5 en todos los cuadernos. Yo misma, al ver a Jossie me acordé
como de niña quería ser como ella. No cabe duda, aunque lejanos, los viejos tiempos siguen teniendo su
encanto.
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